El año 2014 fue, sin duda, un año de aniversarios.
Se cumplieron 100 años del comienzo de la I Guerra Mundial, 400 años de la muerte del rompedor pintor Dominikos Theotokopoulus “el Greco” y los 1200 años del fallecimiento de Carlomagno, entre otros muchos aniversarios que acapararon la atención de diversas zonas del planeta.
Sin embargo, existe en España un aniversario en concreto cuya fecha pasó prácticamente desapercibida para el gran público.
Unas flores en su tumba, algunos breves actos institucionales y un breve recuerdo en los telediarios, rápidamente olvidado al día siguiente, es lo poco que ha recibido uno de los poetas más importantes de la Historia de la Literatura Española, de cuya muerte se celebraba ese año su 75 aniversario. Antonio Machado. Ahora, en tiempos electorales algunos se acuerdan de él.
Así es, su nombre era Antonio Machado y murió el 22 de febrero de 1939 lejos de los Campos de Castilla a los que había hecho inmortales con su poesía.
Murió en el exilio, en la pequeña localidad francesa a la que la Guerra Civil española le había hecho huir con su madre, su hermano y su cuñada.
Machado y su familia habían pasado en España la inmensa mayoría de la aciaga guerra que había estallado en el país en julio de 1936, apoyando Antonio de manera activa al bando republicano, uniéndose en Valencia al movimiento que recibió el nombre de “Alianza de Escritores Antifascistas” y haciendo una activa propaganda a favor de los republicanos, aunque Machado, que estaba a punto de cumplir los sesenta años cuando estalló la guerra y cuya salud estaba muy deteriorada, nunca entró en batalla.
Aunque su producción literaria disminuyó mucho durante los años de la contienda como consecuencia de la misma, también escribió piezas en homenaje a aquellos compañeros y amigos que se habían marchado o que habían muerto como consecuencia del conflicto.
Entre ellos, destaca especialmente la obra que dedicó a su amigo Federico García Lorca, asesinado durante los primeros compases de la guerra, que recibió el título de “El crimen fue en Granada“.
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Sin embargo, Machado, como muchos otros, se vio forzado a partir hacia el exilio. Sería la primera vez que la guerra le obligaba a abandonar su país, pero no que le forzaba a dejar atrás su hogar.
Poco después de comenzar el conflicto tuvo que abandonar Madrid y buscó refugio en Valencia, donde esperaba encontrar algo de alivio para sus afecciones respiratorias instalándose junto al mar.
Sin embargo, en 1938, el avance de las tropas nacionales le obliga a huir hacia Barcelona, donde se instala, junto con otros defensores de la causa republicana, en el famoso Hotel Majestic, aunque posteriormente se trasladaría.
El 22 de enero de 1939 parte hacia Francia junto a otros muchos intelectuales y republicanos, donde se convertirían en refugiados.
Machado no solo dejaba atrás su país y los paisajes que hizo inmortales, sino también a la famosa Guiomar a la que dedicó sus poemas y que permaneció en el anonimato durante décadas, hasta que se la identificó como Pilar Valderrama.
Con muy pocos posibles en sus bolsillos, Machado y su familia atraviesan la frontera y llegan al pueblo francés de Colliure, donde se alojan en dos habitaciones de la pensión Bougnol-Quintana, a donde les había llevado su amigo el periodista Corpus Barga, convencido de que Machado no aguantaría un viaje mucho más largo. Y tenía mucha razón.
Machado no sobreviviría ni un mes en Colliure.
Encamado prácticamente desde su llegada a la humilde pensión, Antonio Machado fallecía el 22 de febrero de 1939, víctima de los problemas de salud que llevaban años atormentándole, aunque muchos siguen diciendo que murió de pena.
Se cuenta que en sus bolsillos solo se encontraron unos papeles con algunos versos garabateados, entre ellos, su último escrito a su amada Guiomar.
Apenas tenía más pues hasta las pocas pertenencias que había podido llevar consigo a su exilio en una maleta se habían extraviado durante el viaje. Tres días después su madre, rota de dolor, le acompañaría en su viaje final y ambos seráan enterrados en la misma tumba en el peque?o cementerio de Colliure.
Le amortajaron con la bandera republicana y, junto a él, como su mayor tesoro, enterraron una cajita llena de tierra española. Los restos de Antonio Machado siguen descansando actualmente en el pequeño cementerio de Colliure, donde reciben una enorme cantidad de visitantes todos los años.
Su tumba suele estar cubierta de flores y el ayuntamiento de este pueblecito francés indica que reciben con asiduidad cartas de diversas partes del mundo dirigidas al difunto Antonio Machado.
Con motivo de su aniversario, se han iniciado diferentes procesos para intentar trasladar los restos del poeta a España, pero todavía no hay ninguna resolución en firme al respecto.
Solo el tiempo dirá si el poeta que cantó a España como ningún otro lo hizo nunca vuelve a su tierra pronto o sigue en el exilio.