“Robespierre llegará lejos porque creé todo lo que dice”. Mirabeau

Maximiliano Robespierre (1751 – 1794), nacido en la francesa localidad de Arrás, fue uno de los más relevantes personajes de la revolución francesa.

Hijo de un abogado, llamado Francoise de Robespierre, Maximiliano quedó huérfano de madre, Jacqueline Carrault, a los seis años, mientras daba a luz al quinto hijo del matrimonio. Maximiliano era el mayor.

Fue entonces cuando su padre, Francoise, decidió emigrar a América. Maximiliano, a quien llamaremos a partir de ahora Robespierre, comenzó a estudiar en su casa, hasta que a los ocho años ingresó en el colegio de Arrás.

En 1770 obtuvo una beca que le permitió el acceso al prestigioso colegio de Luis-le Grand. Allí demostró sus capacidades, saliendo del centro, en 1781, como abogado.


Durante su estancia en el colegio Luis-le Grand mostró un carácter huidizo en las relaciones sociales, quizá por sus orígenes humildes, en comparación con el resto de alumnos, a quien consideraban inferior por ir peor vestido.

Eran hijos de nobles, a los que Robespierre no demostraba sus simpatías, quedando aislado en los tiempos de ocio y recreo.

A los 23 años, es elegido diputado por el Tercer Estado o estado llano, que era el estamento o clase social que estaba formada por el común de la gente del pueblo, frente a los nobles, los eclesiásticos y los militares.

Era, en definitiva, uno de los tres estamentos básicos de la sociedad del feudalismo y el Antiguo Regimen.


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En aquellos tiempo ya defendía la extensión de los derechos políticos a todos los ciudadanos, la existencia del sufragio universal, la enseñanza gratuita para todos, la abolición de la censura o la abolición de la pena de muerte y la esclavitud.

“Robespierre estaba pidiendo que la democracia se extendiera en lo político y en lo social. Nada menos. Estaba pidiendo que se concedieran pensiones de vejez o el acceso a las medicinas para toda la población”

Robespierre encarnaba la lucha por consideraciones que ahora llamaríamos propias de la lucha de clases marxista. Lógicamente, estos argumentos, que exponía de manera apasionada, calaron en aquellos que le escuchaban; los sans-culottes, las clases más desfavorecidas, pero también los pequeños empresarios. Robespierre estaba pidiendo que la democracia se extendiera en lo político y en lo social. Nada menos. Estaba pidiendo que se concedieran pensiones de vejez o el acceso a las medicinas para toda la población.

Como líder de los Jacobinos, desde la Asamblea Nacional, Robespierre ataca por igual a girondinos y moderados, con la vista puesta en que la Voluntad General fuera la que gobernada los designios del país.

Como representante de la Convención, que sustituía a la Asamblea, se erigió en líder indiscutible en el asalto a las Tullerías en 1792, lo que acababa con la monarquía. Si bien, el modelo político que había defendido Robespierre era una monarquía constitucional.

La guillotina, la gran igualadora de clases

Fue en ese momento cuando muestra su arrepentimiento por la posición que había mantenido en lo que respecta a la pena de muerte. Ante el tribunal que  mandó a la guillotina  a Luis XVI, realizó un discurso de defensa sobre esa forma de matar, diciendo que era la gran igualadora de clases.

Robespierre, Jefe del Comité de Salud Pública
guillotina Robespierre

Robespierre, desde la Jefatura del Comité de Salud Pública, comienza su ascenso hacia el poder ejecutivo francés. En aquellos momentos, las monarquías europeas habían comenzado la invasión de Francia, llegando hasta Verdún. No obstante, Robespierre se mostró implacable, tanto en la política nacional, como en los asuntos de exteriores.

Cómo era Robespierre

[bloque1] Para la historia ha quedado la imagen de un gran intelectual, lector de Rousseau, Diderot, Voltaire… Al parecer era un hombre que gustaba de costumbres sencillas, nada ampulosas. Destacaba su pulcritud en el vestir, que algunos han catalogado como enfermiza, y un ostentoso desprecio por el dinero.

Se ha dicho que era homosexual y muy celoso. Se le ha emparentado con distintos hombres, destacando la supuesta relación que mantuvo con Saint Just, también integrado en el Comité de Salud Pública y que moriría, junto a él como ahora veremos, en la guillotina.

También se ha escrito que mantuvo una relación amorosa con Anais Deshorties, una joven perteneciente a la burguesía de Arras y de la que se separó cuando marchó como diputado a París. La relación más seria que mantuvo Robespierre con una dama, fue la que le unió con Eléonore Duplay, la hija de su casero en la capital francesa, un carpintero propietario de una humilde vivienda donde se alojaba Robespierre junto a un compañero del Comité de Salud llamado Humbert.

Robespierre, el incorruptible

Aunque el apodo parece más anecdótico que otra cosa. El apodo obedece al momento en el que la pintora Labille-Guyard realiza diferentes retratos de los hombres que alzaron la Revolución. Debajo de la efigie de Robespierre, apareció esa leyenda “Incorruptible”.

La muerte de Robespierre y el periodo del Terror

En un primer momento, Robespierre no quiso que se extendieran las ejecuciones de forma masiva e indiscriminada, pero cuando los girondinos se enfrentaron a abiertamente a él, acusándole de querer usurpar el poder con estrategia y aspiraciones dictatoriales, todo cambió.

Estamos en septiembre de 1792, en pleno estallido revolucionario y Robespierre está dispuesto a ajustar cuentas. Las matanzas son generalizadas, muriendo inocentes que nada tenía que ver con nada y que morían guillotinados bajo la teórica “justicia del Pueblo”. Es, en este momento, cuando Robespierre aprovecha las ejecuciones masivas para ir acabando con su rivales y enemigos políticos.

La virtud, sin la cual el terror es funesto; el terror sin el cual la virtud es impotente” Sobre esta base de pensamiento, Robespierre comenzó el periodo del Terror, una descripción que no solo utilizaron sus enemigos, sino que él mismo empleó.

Robespierre quería gobernar el destino de Francia junto a Danton, su camarada y compañero. Sin embargo, Danton no quería entrar en el gobierno, cansado de tantos años de lucha. Curiosamente, Robespierre vio en este acto una deslealtad y, movido por el ímpetu atroz de su propio absolutismo, decidió que la guillotina acabara con él, convenciendo a todos los Revolucionarios que la Revolución solo podía tener una cabeza, la suya lógicamente.

robespierre

Robespierre

Si algo bueno trajo este periodo del Terror fue que el resto de monarquías europeas decidió no invadir Francia y mantenerse al margen de lo que allí estaba ocurriendo. Principalmente, por el temor a que el estallido revolucionario francés se extendiera por sus naciones de igual modo.

Tras acabar con la vida de Danton, Robespierre solo ve enemigos entre los suyos. Comienza así un desfile macabro en el que no queda títere con cabeza, nunca mejor dicho.

El atentado contra Robespierre

Una joven llamada Cecile Renault intentó acabar con la vida de Robespierre con dos afilados cuchillos que escondía bajo un cesto de ropa. Solo la sagacidad de sus ‘guardaespaldas’ previeron lo que hubiera podido suceder. Estaba claro que Robespierre se había granjeado un número de enemigos superior al poder que le amparaba.

Aunque la joven ni siquiera empuñó en su contra los cuchillos que ocultaba, Robespierre mandó asesinar a todos aquellos que estuvieran emparentados con la joven Cecile: amigos, familiares… mataron a su padre, a una tía monja…

Entre los meses de junio y julio de 1794 murieron en la guillotina alrededor de 1.300 personas.

Aún así, Robespierre no pudo acabar con todos sus enemigos. La propia Convención, unida contra él, bajo el grito “!Abajo el tirano!“, se encargó de parar las tropelías y las matanzas. Aún, Robespierre, contó con el apoyo de una parte del pueblo, protegiéndole en el Hotel de Ville, aunque terminaron dejándolos a su suerte.

“La República está perdida, los malvados triunfan”, dicen que pronunció cuando le detuvieron. Intentó suicidarse el día antes del que se estableció en la condena, pronunciada con la misma ausencia de garantías que las que se dictaban bajo sus órdenes. Sin embargo, no consiguió quitarse la vida. Arrastrado hasta el cadalso, murió bajo la implacable hoja de acero de la guillotina.

 


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José Carlos Bermejo
José Carlos Bermejo. Madrid, noviembre 1971. Escritor. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología, ha colaborado en diferentes medios de comunicación, tradicionales y digitales y trabajado como técnico y responsable de comunicación para más de un ayuntamiento español. Es autor de las novelas WILDE ENCADENADO (prólogo Luis Antonio de Villena), y del thriller Li es un INFINITO de secretos. También de los libros de relatos Retazos de un mundo IMperfecto y Retazos de un mundo INcoherente, ambos traducidos al inglés, al portugués y al italiano. + info: www.josecarlosbermejo.com redaccion@actuallynotes.com

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