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Cualquier tratado que narre la historia de la piratería remite siempre a los inicios de la navegación como el punto de partida para contárnosla. Es decir, piratería existe desde que existe navegación.
Los vikingos, los Primeros.
Una vez que en el siglo V cae el Imperio Romano, en el Viejo Mundo, la situación, a grosso modo, es la siguiente: mientras en Europa Central se asientan diversas monarquías germánicas, al Sur se detiene el avance de los musulmanes.
Entretanto, al Norte, los vikingos, comienzan a levar anclas en busca del botín, como ladrones de los mares. En embarcaciones impulsadas a vela y a remo, aprovechan los meses de benigna climatología para llegar a Francia, a Inglaterra o Irlanda.
Al parecer, los vikingos rentabilizaron el negocio porque ya en el siglo IX organizaban grandes campañas y expediciones. Y en sus lugares de asentamiento comienzan, en ese tiempo, a fundar reinos y ducados, igualmente conformados que los de sus enemigos: el resto de Europa. No obstante, aunque a menor escala, continuaron practicando la piratería hasta el siglo XI.
La Hansa
A partir del siglo XI, comienzan a crecer ciudades como Londres, Bremen, Hamburgo, Brujas… Con el ánimo de enr
Embarcaciones que antes se dedicaban a la pesca, al parecer más trabajosa y menos rentable.
Para atajar este problema, se crearon escuadras que debían defender las embarcaciones comerciales, pero en vez de hacer de salvaguardia, muchas de ellas, también terminaron dedicándose al saqueo y al pillaje. Quizás por el desamparo de unos y la impunidad de otros, imperaba la ley del más fuerte.
A finales del siglo XIV varios marinos se unieron en busca de “aventura” en la piratería por los mares que surcaban los barcos hanseáticos.
Sus apodos eran “el hombre diablo” y el “empinacodos” y formaron una flotilla que vinieron en llamar “Los Amigos de Dios y los enemigos del Mundo”, una organización cuyo golpe más sonado fue el asalto de Wisby, la sede principal de la Hansa.
Secuestraron, haciendo rehenes a algunas personas, por las que luego pidieron rescate.
A continuación, saquearon la ciudad de Bergen, creando tal estado de alarma que los barcos de las restantes ciudades permanecían amarrados a puerto.
Finalmente, tras dos intentos organizados para acabar con ellos, fueron sorprendidos en mar abierto, la peor situación para aquellos piratas, que terminaron siendo ajusticiados.
Bucaneros, Piratas, Corsarios y Filibusteros
Todos ellos, en el concepto, vienen a ser la misma cosa, pero todos ellos también son distintos. Entre piratas y corsarios hay matices políticos, por ejemplo.
Veamos las principales diferencias: Un corsario, o un barco corsario, era aquél que navegaba bajo las órdenes de su Rey, quien le encomendaba que realizara actos de guerra contra las embarcaciones de algún país enemigo.
Cuando los reyes no podían permitirse contar con grandes flotas en sus ejércitos, subcontrataban, a través de sus gobernadores, a los corsarios para que hicieran la guerra en su nombre.
Incluso, algunos corsarios, podían llevar un documento que les autorizaba a practicar actos de piratería, es lo que se conoce como patente de corso, y que se ha extendido al lenguaje para indicar que alguien, igual que los corsarios en el mar, tiene licencia y libertad para todo. Los piratas no contaban con este aspecto político.
Los piratas asaltaban, robaban, abordaban… para beneficio propio.
¿De dónde procede la palabra pirata?
La palabra pirata procede del francés, que a su vez, adaptó un vocablo griego “peiratés“, que viene a significar a aquél que se aventura, que busca lograr fortuna.
Los piratas solían atacar a barcos con bandera española o portuguesa que viajaban con el oro y las riquezas que habían despojado en su afán colonizador. Este monopolio solo estaba reservado a españoles y portugueses como consecuencia de una bula otorgada por la Iglesia Católica.
En aquellos momentos, el orden mundial era muy distinto al actual. El Sumo Pontífice, encarnado en los diferentes Papas de Roma, fue durante muchos años el poder que manejaba las relaciones internacionales.
Así, con el descubrimiento de las riquezas del “Nuevo Mundo” todas las potencias europeas querían sacar provecho y beneficio, algo que solo consiguió España y Portugal, que actuaron rápidamente a través de su particular canal diplomático.
La Curia romana, compuesta en sus niveles superiores por personas originarias de Castilla, procedieron a dictar las bulas Inter Caetera y Eximiae en 1494, donde constaba de manera explícita que las tierras no pertenecientes a ningún otro Príncipe, quedarían en sus manos. Se entiende que ningún otro Príncipe europeo.
De esta forma, los Reyes de Francia e Inglaterra, patrocinaron, apoyaron y ampararon a sus piratas y corsarios, que surcaban el Atlántico para apropiarse lo que la Ley de su Orden internacional les negaba. Los bucaneros, precisamente, fueron los colonos franceses que se fueron estableciendo en lo que es hoy Haití.
El origen de la palabra bucanero procede de “bucan”, el lugar donde se ahuma la carne. Los colonos se dedicaban a matar toros y vacas que habitaban la Isla, para luego vender su carne y su piel. Los bucaneros comenzaron así a ser conocidos. No tenían gobierno ni reconocían autoridad alguna.
Cuando comenzaron a ser perseguidos por los españoles, alrededor de 1615, comenzaron a cometer pequeños robos, tomando como centro de sus operaciones el islote La Tortuga. Fue en ese momento cuando tomaron conciencia de su organización y pasaron a autodenominarse, la “Hermandad de la Costa”.
Con el paso del tiempo, muchos entendieron que se les había acabado su forma de vida e ingresos al no poder cazar y preparar la “carne bucanera”, que ahumaban para que, como producto perecedero, se mantuviese en condiciones de ser comida durante el máximo tiempo posible.
Al quedarse sin empleo, muchos se convirtieron en piratas. O, mejor dicho, como se les llamó: filibusteros. Tampoco aceptaron la creación de una organización que los rigiera y gobernara. Crearon la “Cofradía de los Hermanos de la Costa”, sin leyes o códigos escritos. En muchas ocasiones, recibían financiación de Francia, Inglaterra o los Países Bajos.
Bartolomé Roberts: un pirata “bueno”
De los piratas del caribe se sabe poco, porque se trataba de seres que huían de la notoriedad, preferían pasar inadvertidos, lógicamente, para poder seguir cometiendo sus tropelías.
Se sabría menos aún de ellos sino fuera por el libro que escribió el capitán Charles Johnsonen 1.724, un capitán que muy probablemente fuera pirata en alguna etapa de su vida, por lo bien que dejó descritas las formas en que actuaban.
El título del libro supera las doscientas palabras, sintetizándolo se saca como conclusión que su idea es llevar a cabo “una historia de la piratería”, en la que se enuncian las hazañas de muchos de ellos.
Entre todos destaca el capitán Bartolomé Roberts, pero destaca por las bondades de su forma de actuar, sobre todo con la que fuera su tripulación. Roberts, quizá, fue el único pirata abstemio (era un gran aficionado al té), que seguía un férreo código de conducta para mantener el orden en su embarcación, algo que no debía ser nada fácil.
El capitán tenía prohibido que sus piratas jugasen a las cartas, como tampoco permitía la presencia de mujeres en su barco. Al marinero que le sorprendiesen acompañado por una mujer, tenía ganada la horca.
Además, a partir de las ocho, todas las luces de la embarcación debían estar apagadas, por lo que si algún marinero quería beber, lo tenía que hacer a oscuras y en cubierta.
Como el resto de capitanes pirata, no permitía las peleas dentro de su barco, por lo que cualquier ajuste de cuentas entre marineros se solventaba a la manera tradicional: en tierra, con machetes y pistolas.
El barco del capitán Roberts también cumplía con otras costumbres del mundo de la piratería, como el que músicos acompañaran la travesía y los viajes haciendo sonar sus instrumentos. La diferencia es que Roberts permitía que los músicos descansaran los sábados, pues lo habitual era que los músicos trabajaran durante los siete días de la semana tocando canciones a petición de los marineros piratas, que solían tener derecho a que tocaran cualquier canción, a cualquier hora del día o de la noche.
Jolly Roger
La famosa calavera cruzada por dos tibias blancas sobre el fondo de una bandera negra, fue la bandera que popularizaron los piratas franceses y británicos a partir del año 1680.
Pretendían con esta imagen crear el pánico, advertir del terror que se avecinaba cuando se les avistaba. La imaginación de los piratas dio para mucho más, por ejemplo, Barbanegra lucía en el pabellón de su embarcación un corazón perforado.
Aunque al final, daba igual la bandera que hondeara, sin ir más lejos, Henry Morgan guardaba un buen número de banderas, de toda nacionalidad, que hacía hondear sobre su pabellón según su conveniencia.
Por José Carlos Bermejo
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