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Las bombas inteligentes en la Segunda Guerra Mundial

¿Cómo surgieron las bombas inteligentes?

En el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, todos los ejércitos querían contar con bombas inteligentes, armas que pudieran destruir al enemigo.

Corría el año de 1943 y el curso de la Segunda Guerra Mundial comenzaba a cambiar.

En el Pacífico, EEUU saltaba de isla en isla arrebatando territorios a los japonenses, pagando eso sí un elevado coste en vidas humanas.

En Europa, Italia era conquistada por los Aliados. Se hacia patente que Alemania no iba a ganar la guerra, ahora bien, la posibilidad de derrotarla se antojaba una tarea larga y harto complicada.


La furia de la guerra aumentaba, los ejércitos estaban experimentados, la maquinaria bélica no cesaba en su perfeccionamiento y el espionaje co
braba una importancia superlativa en lo que se denominó la Guerra Total.

El nacimiento de los servicios de inteligencia

Fue entonces cuando surgieron los modernos servicios de inteligencia encargados de la propaganda, la guerra psicológica, los ingeniosos sistemas de comunicación y desciframiento de códigos, así como el espionaje del enemigo.

La destrucción de Peenemunde, narrada por Allan Michie, fue uno de los hitos del espionaje aliado en el marco de la guerra incipiente de las bombas inteligentes.

El desembarco de Normandía de junio de 1944 fue posible, además de por una buena planificación no exenta de fortuna providente, gracias a varias operaciones especiales de la Inteligencia de los Aliados, y pocas tan decisivas como Peenemunde.

La promesa de Hitler: bombas inteligentes que destruirían las islas británicas

A principios de 1943, Alemania no podía ya sobrevolar Inglaterra, sin embargo, la promesa de Hitler de armas secretas que destruirían las islas británicas se estaban haciendo realidad con los proyectos secretos de las V1, bombas robots inteligentes.

Peenemunde era un centro de alto secreto de la Luftwaffe, oculto en los bosques próximos a la costa noreste de Sttetin, en el Báltico y a no más de 1000 kilómetros de Inglaterra.

Los mejores cerebros de Alemania ultimaban las V1, entre ellos von Braun, el que sería cabeza del proyecto espacial de EEUU y que culminaría con la llegada del hombre a la Luna en 1969.

En Peenemunde estaban confiados en que los británicos nunca sospecharían de la importancia del lugar, pero nada mas lejos de la realidad, la RAF sobrevolaba la zona en rutinarias misiones de reconocimiento desde hacía tiempo y había reunido fotografías sospechosas, creían que podría tratarse de una estación de radar.

El mariscal sir Arthur T. Harris planificó una operación que se ejecutaría el 17 de agosto bajo una luna llena y cuya importancia real aún no se podía entrever.

En 40 minutos los bombarderos descargaron su arsenal de bombas luminosas y, aunque más de 30 aparatos fueron derribados, el éxito de la operación fue extraordinario.

De entre los más de 700 muertos se hallaban el Doctor Thiel y el ingeniero jefe Walther, los lideres de un proyecto que se retrasaría varios meses.

Teniendo en cuenta que la primera bomba voladora cayó sobre Londres tan solo una semana después del Día D (Normandía) es obvio que sin aquella operación no hubiera podido producirse.

Igualmente decisiva fue otra acción, epílogo de la destrucción de Peenemunde, como la gesta del espía francés M. Hollard.

Este diseñador industrial, en sus más de cuarenta incursiones a través de la neutral Suiza, había logrado hacerse con valiosísima información de entre la que destacó el calco del plano de las nuevas instalaciones de la bomba V1.

Y lo consiguió vestido de leñador y con un saco de patatas al hombro en el que ocultaba los documentos.

La audacia de este francés, casado y con tres hijos, no tiene parangón. Siempre por iniciativa propia, confiado en su fina intuición y con la ayuda de tres agentes, no solo descubrió la instalación secreta de Bois Carre (Auffay) sino que se las arregló para regresar a Francia y dar parte a los servicios secretos británicos.

Lamentablemente, el “hombre que salvó a Londres” fue apresado por la indiscreción de un colega, torturado por los nazis y estuvo a punto de morir en el campo de concentración de Neuengamme.

A su regreso a Francia tras la guerra, su avión sobrevoló la zona de Auffay, donde Hollard pudo ver los restos del emplazamiento de las V1.

De las 50.000 bombas inteligentes que Hitler planeaba lanzar sobre Londres, solo se alcanzó la cifra de 2.500, y no a finales de 1943 sino a mediados de 1944.

Demasiado pocas y demasiado tarde. Afortunadamente.

El mismo D. Eisenhower, General en Jefe de los Aliados y después Presidente de EEUU, escribió en su obra “Cruzada en Europa” que si los alemanes hubieran logrado perfeccionar y usar esas nuevas armas 6 meses antes de cuando lo hicieron, nuestra invasión de Europa habría resultado sumamente difícil, acaso imposible.

tags: Segunda Guerra Mundial, guerra del Pacífico, derrota Alemania, servicios de inteligencia, V1


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