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Resulta aún prematuro extraer conclusiones globales sobre el impacto del 15M. Su amplitud, así como la marcada militancia en contra o a favor del fenómeno, dificultan enormemente la comprensión de algunos de sus elementos.
No obstante, dentro de toda esa maraña que algún día deberemos desenredar, brilla con luz propia, con nitidez, el protagonismo de las redes sociales en la organización de la protesta.
La utilización de los medios de comunicación para llevar a cabo, o para justificar, un cambio político no es una novedad. Desde que el mundo es mundo, los seres humanos han utilizado los más diversos canales para llegar a los demás y, así, hacerles partícipes de sus ideas y proyectos. Sin embargo, hasta hace bien poco, el acceso a estos medios era más bien restringido. El número de emisores era muy limitado, estando la inmensa mayoría de la población en el ámbito de la recepción.
- El primer cambio se produjo con la aparición y generalización de Internet. Este nuevo canal democratizó el campo de la emisión, de tal modo que las ideas comenzaron a circular por la red.
Cualquier persona podía colgar sus opiniones y mostrárselas al mundo; otra cosa, eso sí, es que este estuviera dispuesto a prestarle atención.
El gran problema era que la red clásica, la anterior a la aparición de las webs 2.0, resultaba para el lector tan cerrada como los canales tradicionales.
La comunicación continuaba siendo unidireccional y, por tanto, despersonalizada en la mayor parte de los casos. Internet era, al fin y al cabo, un medio donde más personas podían hacerse oír, pero carecía de interactividad, de intercambio masivo de ideas entre los diversos usuarios.
“Ese simple “pásalo” convertía al receptor en un emisor en potencia”.
- La segunda transformación del 15M tuvo una duración efímera, pero fue de vital importancia para el perfeccionamiento de la comunicación a través de internet. Nos referimos a las ideas que, bajo el lema “pásalo”, comenzaron a circular de móvil a móvil a través de los SMS.
Los mensajes telefónicos distaban mucho de ser la panacea de la democratización comunicativa. Sin embargo, ese simple “pásalo” convertía al receptor en un emisor en potencia.
Ese ser tradicionalmente pasivo se transformaba de pronto en protagonista de un proceso, en un eslabón importante dentro de una realidad, ahora sí, interactiva.
Las carencias interactivas de internet, así como la restringida difusión de los SMS –limitados a una agenda de contactos concreta-, fueron solventadas con la aparación de las redes sociales. Desde ellas, en un canal tan abierto como internet, se tomaba, con notables mejoras, el carácter personal e interactivo de la comunicación telefónica.
Poco tardaron los usuarios en darse cuenta de que la interactividad de la web 2.0 permitía algo más que la transmisión y el intercambio de ideas. Los eventos, presentes en casi todas las redes sociales, pronto dieron lugar a la organización de encuentros masivos.
Las primeras manifestaciones de esto fueron despreciadas por los adultos. Al fin y al cabo tenían algo de razón: no parecía muy posivo que los jóvenes y adolescentes se dedicaran a organizar botellones y macrobotellones vía internet. Sin embargo, esa primera generación de Tuenti –red social con la que casi todos iniciamos nuestra andadura en el mundo de las 2.0- maduró.
Esos jóvenes y ya no tan jóvenes se encontraban en una situación ideal para organizar otro tipo de actividades a través de las redes sociales: las protestas. Su voz se iba a dejar oír, pero no a través de los canales tradicionales, no por los medios usados por sus padres. Ellos tenían sus propios modos y códigos de comunicación. Y lo cierto es que han resultado ser extremadamente eficaces.
Las características de una revolución en el modo de protestar
Después de este repaso llegamos a la primavera de 2011, momento en el que tienen tanto las revoluciones del norte de África como las protestas del 15M. La primera sorpresa nos llegó de Egipto. Mientras medio mundo se preguntaba como se había organizado ese movimiento de oposición a Hosni Mubarak, salía a escena Wael Ghonim, un ejecutivo de Google que, a través de Facebook, había logrado lo impensable hasta entonces: hacer una revolución a través de internet.
Si bien fue Túnez la pionera dentro de la primavera revolucionaria, Wael Ghonim fue el que estableció el modus operandi común a todos los movimientos posteriores. Desde los sucesos de Egipto las redes sociales pasaron a convertirse en canalizadores de la protesta y plataformas de coordinación y asociación.
En el caso concreto del 15M cabe destacar, no obstante, dos peculiaridades: la novedad de las acampadas y la utilización de Twitter como canal de comunicación y organización.
En definitiva, con independencia de la situación concreta de cada país –pues es evidente que no es lo mismo el sistema político de Hosni Mubarak que la democracia española de 1978-, los nuevos movimientos de protesta tienen en común tres elementos: las redes sociales como canal de comunicación, el descontento como fuerza motriz y el protagonismo de la juventud.