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las cartas de Vincent Van Gogh a su hermano Theo

Vincent Van Gogh ve los colores y se los cuenta a su hermano

las cartas de Vincent Van Gogh a su hermano Theo

Algunos pueden resaltar de la vida del pintor mundialmente conocido Vicent Van Gogh aspectos más macabros o más increíbles, tales como ser: que vivió una vida de pobreza y necesidades (y en la actualidad, ciento veinte años después de su muerte, sus cuadros se cotizan en millones de dólares); que casi mató al único “amigo” que creía tener: el pintor Paul Gauguin, o que se arrancó una oreja porque no se veía bien en su cara cuando quiso hacer su autorretrato.

Algunos pueden quedarse con su genialidad no reconocida en vida, con una pobreza que preambuló el suicidio y lo azuzó como se azuza el fuego con petróleo.

Vincent Van Gogh ve los colores y se los cuenta a su hermano


Si somos nostálgicos o si estamos convencidos de que la injusticia es la base del sufrimiento y viceversa, tenemos la vida de este pintor pintada, pincelada a pincelada, entre la depresión y la miseria.

Pero yo, que soy a veces optimista y que me gusta ver el color del cielo en todos los colores, me quedo con su búsqueda artística y su fidelidad hacia sí mismo, me quedo con su necesidad de encontrar lo justo y de batallar contra la falsedad.

La última cara de Vincent Van Gogh a su hermano Theo

No está mal quedarse con eso, y diré a qué me refiero.

Vincent Van Gogh y Theo

Si alguna vez te has encontrado con un pincel y con los colores frente a una tela, si alguna vez has querido imprimir sobre un lienzo tus impresiones, sabrás que el color manda, y sabrás también que el color es lo más difícil.

En las cartas que le enviaba a quien fuera su sostén tanto económico como afectivo (…) explicaba cómo reproducir los colores de la naturaleza, cómo recrearlos en su paleta…

Por eso me admiro cada vez que veo los colores en la naturaleza… y pienso en Vincent.

El pintor impresionista durante muchos años estableció correspondencia con su hermano Theo.

En las cartas que le enviaba a quien fuera su sostén tanto económico como afectivo, además de contar las peripecias y problemas de su vida cotidiana, disculparse por ser como era y pedir dinero para sobrevivir, explicaba sus preocupaciones con respecto a sus cuadros, a la pintura en general y sobre todo a cómo reproducir los colores de la naturaleza, cómo recrearlos en su paleta y volcar a la tela el mundo de contrastes, brillos y transparencias que él veía.

En esa búsqueda apasionada, el pintor ejercitaba la observación y ponía todo su empeño en reproducir y combinar los colores, estableciendo reglas que revaluaba constantemente en la práctica:… “Cuando mezclo rojo y verde hasta el verde rojizo o rojo verdusco...”, “…Cuando mezclo amarillo y violeta hasta el lila-amarillo o el amarillo-lila…“, etc, etc.


Lo bueno de todo esto es que esas búsquedas quedaron en esas cartas que el buen hermano de Vincent guardó, y lo que es mucho mejor (…ya ven que soy un optimista): esas cartas están publicadas, podemos leerlas y debemos leerlas si somos pintores o si nos interesa transformarnos en algo parecido a un artista plástico.

Flores amarillas

En el musgo, tonos de un verde de oro; sobre el suelo, de un lila grisáceo oscuro tirando al rojo, el azul o el amarillo, tonos de una pureza inefable en el verde de los pequeños campos de trigo; tonos negros sobre los troncos húmedos contrastando con la lluvia de oro de las hojas del otoño, retorcidas y agostadas que, como pelucas deshechas sobre las cuales se hubiera soplado, colgaban de las ramas de los álamos, de los abedules, de los tilos, de los manzanos, apenas adheridas y dejando pasar igual la luz del cielo.

Vincent Van Gogh

Un cielo sin ninguna mancha, no blanco, sino de un lila que desafía el análisis, un blanco en el cual se ve correr el rojo, el azul, el amarillo, un cielo que refleja todo y que se siente por todas partes encima de uno, que es vaporoso y concuerda con la ligera bruma de abajo.

Esto escribía en una de sus cartas a su hermano el hombre que murió en Francia a los 37 años. Me gusta pensar que esa obsesión por los colores sirvió para algo.

Que el torturado Van Gogh no sólo dejó como herencia sus cuadros sino esa manera de mirar, esa preocupación por expresar con exactitud lo que debía ser expresado.

Aprender esa lección, o al menos tomarla, es un buen desafío para cualquier artista.

Para mí, Vincent van Gogh todavía ve los colores y se los cuenta a su hermano.

No ha muerto su palabra, ni su idea, como no han muerto sus cuadros. Brindo por Vincent y por todas las flores amarillas.


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